Una invitación para imitar el mal

SANTO DOMINGO. (AUTOR:  Gilbert Rojas Rigaud, articulista).-. El Metro de Santo Domingo es sin lugar a dudas uno de los espacios más asegurados en todo el territorio nacional. La cantidad de cámaras de seguridad, los numerosos individuos uniformados que vienen y van, en cada puerta, en cada estación, en cada escalera eléctrica, en cada boletería, es una muestra de ello.

Gilbert Arturo Rojas, articulista
Gilbert Arturo Rojas, articulista

Aquí no se te permite hacer fotografías o videos, salvo una carta que lo autorice. Un hecho que me resulta extraño es que como todos los métodos arcaicos de este país lo único que te permiten es andar con gorra o sombreros, algo curioso, porque en todas las entidades públicas de Quisqueya La Bella, en pleno siglo XXI, esta prohibido entrar con gorra, o pantalones cortos o cosas parecidas.

ESPEREMOS QUE ESTE HECHO NO TRASCIENDA Y QUE OTROS, LUEGO, QUIERAN HACER LO MISMO. HOY LO QUE PREOCUPA ES: ¿COMO SERA AHORA LA SEGURIDAD DE UN LUGAR TAN SEGURO DESPUES QUE SU SISTEMA HA FALLADO? NOS HARAN LA VIDA IMPOSIBLE.

Los pasajeros también forman parte de la misma seguridad, aunque suene irónico, pero me sustento en este punto del hecho de que todos y cada uno han adquirido la postura de no hablar con nadie, ni meter temas políticos o algo parecido, cosa que es común en las guaguas o carros públicos. El dominicano que viaja en El Metro adoptó la postura ciudadana Norteamérica, de ir y venir en cada vagón sin siquiera mirar al de al lado, como una invitación barata de imitar al mal.

Ya algunos sustos han pasado los pasajeros, pero menores, en cierta ocasión la falta de flujo de energía eléctrica dejó varado por horas a uno de los tranvías, por suerte, para el Estado Dominicano nadie demando por eso, ya saben, adquiriendo la modalidad estadounidenses y cosas como esas, pero para algo si, y para otras no, (no reconocer tus derechos por ejemplo) mejor vamos a dejarlo de este tamaño y volvamos al punto.

La paz duro poco. Y fue la mañana del lunes 27 de octubre cuando esta seguridad, la de El Metro de Santo Domingo, fue quebrantada. Un individuo, común y corriente, se dispuso a formar parte de la historia y ser el primer dominicano que realice un acto terrorista en uno de los vagones del Metro . Con un instrumento, quizás de fabricación cacera, causó, en cuestión de minutos, el terror y el pánico en toda la estación al poner en peligro la vida de muchos.

Al ver las noticias, pensé que se trataba de uno de esos hechos ocurridos en aquellos países de Oriente, que el mundo ya conoce por sus frecuentes atentados, o por las inexplicables pero lucrativas guerras que se realizan una y otra vez. Fue difícil para mi asimilarlo y no encontraba un motivo lógico para que algo así pudiera pasar, más que alguna falla técnica del tan costoso instrumento de transporte.

Pronto, alguien se adjudicó el hecho. Para dar por segura su vida, inteligentemente se entregó en un medio de prensa, vaya primicia. Relató los hechos y luego fue puesto en manos de las autoridades competentes, para investigar el caso. Caso que, según el sospechoso, fue investigado con el método tradicional que caracteriza a nuestras autoridades del siglo XXI, a palos, ya que el mismo, luego de varios interrogatorios denunció que estaba siendo victima de tortura y otros males, para sacarle información, al parecer el cuento de hadas que les estaba narrando a los investigadores no era tan creíble, bueno… mejor cambiemos el tema… uff, que difícil ¿no?

Bueno, el punto es que la seguridad, falló. Pero no solo falló en el hecho de que aquel atentado fuera casi inevitable permitir que aconteciera, pues nadie esta en la cabeza de nadie para saber con que ánimo amaneció ese día y que esta dispuesto a dar o perder. Falló luego del atentando. De ser un verdadero atentado terrorista, como le han llamado, los curiosos estaban muy próximos al lugar de los hechos, imaginemos otra explosión, el número de víctimas se hubiese duplicado.

Lo cierto es que al parecer nadie tiene idea de cómo manejar una situación de desastre como esta. ¿Es que nadie ve película en este país? Imagino, que sería algo como esto. Un llamado a evacuación total. Prohibir el paso de los ciudadanos a dos o tres cuadras mientras que las autoridades investigan por si hay otros artefactos que puedan hacer el mismo daño o peor. Pero, imagino que cundiría el pánico y al final los ciudadanos lo pensarían dos veces antes de tomar el tren, entonces, pérdidas millonarias para el Estado, que al fin y al cabo es lo que importa.

Al sospechoso, a la fecha, le han dictado un año de prisión preventiva, ha dicho estar arrepentido, en lo personal le creo, pero si es el culpable del hecho atroz que cometió, debe ser también responsable y asimilar la culpa de sus actos y pagar por ellos. Por otro lado, y en ese mismo sentido, las cosas no deben quedar a flor de piel, si fue un acto de locura no premeditada, asunto resuelto;  pero si en realidad fue una conspiración, y hay manos intelectuales en este asunto, hay que poner mucho caso a lo sucedido. De seguro, miles de transeúntes se tomaran unas vacaciones y volverán a adquirir la rutina diaria de chuparse los acostumbrados tapones de nuestra desordenada metrópolis, ante que subirse al tren, y para no redundar mucho, ni abundar tanto en el tema que en pocos días pasará, como todos los temas que llegan a la palestra publica en nuestro país, a las sombras, señalemos este último punto: que hoy, hay una fecha para recordar, y aunque parezca irónico, imitando o no, ya República Dominicana tiene su día de terror, ya tenemos nuestro 11 de septiembre. Pero por suerte que, y como alguien dijera alguna vez  “el dominicano olvida a los 50 días mas uno”, así que no esperemos velitas en las mediaciones del metros, para cuando este atentado este de aniversario.

 

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