Sentido político y generaciones
DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- Los líderes políticos referenciales, que marcan la historia con su memoria sobreviviendo en el tiempo, forjaron su visibilidad y trascendencia con una narrativa atada a hitos importantes, estudios, conocimientos, épica, arrojo y compromiso, elementos que los distinguen del montón y definen el atractivo que algunos llaman carisma, algo más que simple presencia y personalidad.
Por encima de cualquier cosa trabajaron sin desmayo en busca del objetivo -porque en política no hay milagros ni predestinación- con la convicción de que todo tiene su hora. Pero, además, tuvieron la claridad y el talento para interpretar correctamente las coyunturas y determinar cuál rol les tocaba jugar en cada una de ellas.
Fueron sustanciales, trabajaron más el contenido que la envoltura o el empaque, para convertirse en entes políticos orgánicos y no en sujetos de cartón, enloquecidos por el diseño, las formas, las superficies y la pasarela.
Si bien los modelos de comunicación política han cambiado -y las vías para la conquista de simpatía no están en los mítines masivos, las caminatas o la patana repleta de gente con un merengón de fondo- las dominantes plataformas digitales, muy efectivas, no tienen que ser una oquedad ni un receptáculo de tonterías.
Es cierto que la gente, sobre todo la juventud, desea nuevas propuestas, ilusiones, sueños y adherirse a una esperanza no asegurada por el liderazgo mustio, deshojado y contracorriente, pero la respuesta a esas demandas no está en la nimiedad ni en la instalación de una farándula estrafalaria.
Es un grave error creer que la conexión con la nuevas generaciones está solamente en la reproducción de sus códigos, la recuperación de sus símbolos o en el mimetismo vinculado con las formas callejeras, las tendencias urbanas reflejadas en su lenguaje, su música y sus maneras de entender la realidad.
Sin dudas que los jóvenes buscan referentes que se les parezcan, pero que, a su vez, les superen, inspiren y estimulen su sentido aspiracional. Hay una distancia muy marcada entre ser un payaso o comediante de la política -que prodiga entretenimiento y motiva conversaciones en los corrillos- y un líder respetado en el nuevo contexto social.
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