DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- La Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (Minustah) han abandonado a esta empobrecida nación, vecina de República Dominicana.
Esta salida obliga a un mayor reforzamiento de las medidas de vigilancia y de seguridad en toda la zona fronteriza, que ha sido tradicionalmente vulnerable para el trasiego de personas y de mercancías de manera ilegal.
Siempre las autoridades dominicanas han afirmado que hay un mayor reforzamiento militar en la frontera, pero la realidad ha sido la misma: los indocumentados cruzan por la zona limítrofe sin ninguna restricción y bajo el amparo de la irresponsabilidad de muchos militares.
El caso de que Haití no cuenta ahora con la protección de la Minustah plantea un compromiso mayor de las fuerzas militares y de los organismos de seguridad para evitar que delincuentes y otros ilegales puedan refugiarse o puedan venir al territorio nacional a pernotar sin ninguna regulación migratoria, como ha ocurrido durante décadas.
Nuestros soldados, sin importa la jerarquía, debe poner sus ojos del otro lado de nuestra frontera.
Haití, y no hay que ocultarlo, es un país inviable y que representa un grave peligro para la supervivencia de la nacionalidad.
Si bien los dominicanos hemos sido, somos y seremos solidarios con los haitianos, la verdad es que la desastrosa situación política, social y económica del vecino país debe motivar a una permanente preocupación sobre los efectos de su descomposición y las consecuencias que nos acarrea en el futuro inmediato.
Por lo pronto, las fuerzas armadas deben ser más estrictas en la supervisión de sus miembros apostados en la frontera, que debe ser vigilada con un permanente celo y así evitar que situaciones fuera de control puedan presentarse, inclusive que podrían crear un inestabilidad en las relaciones bilaterales.
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