“Requiescat in pace”, Hipólito Mejía
SANTO DOMINGO. (AUTOR: Eloy Tejera, periodista y escritor).- El ex presidente Hipólito Mejía no dio el paso cuando debió darlo, hace dos años y medio: haber apoyado a Luis Abinader para que fuera el candidato presidencial por el Partido Revolucionario Moderno, el cual hubiese hecho una oposición acertada y hoy tuviese números más holgados. Decidió Mejía ir a las lides como el gran guerrero. Se batió en la arena y hoy día corre su sangre. Luis es el que ha levantado la espada dejando el cuerpo inerte de un hombre cuyo último aliento no será vitoreado por las masas.
Y es que el gran perdedor en la pasada convención fue el Guapo de Gurabo. Un ex presidente y político con tanto carisma debió tener otro destino, un final más adecuado a una persona que desempeñó el primer cargo de la nación. Pero se labró una derrota de mucho a poco que seguramente recordará toda su vida. Un triste epitafio para quien debió tratar de que se escribiera otro final para su blanca lápida.
Mejía no entendió que los tiempos han cambiado. Ya no le da resultados el chiste, la befa, la burla, la espontaneidad, una chabacanería que a veces resultaba insultante para cierto público y degradante para otro. Se olvidó y no aprendió la lección de que tales actitudes le costaron unas elecciones y la pérdida de una popularidad que en un momento estuvo bien ganado. La incontinencia verbal pasa facturas.
Sus más recientes y desacertadas declaraciones fueron contra los homosexuales. Utilizó el término “mariconcito”. Esto provocó hasta una reacción del embajador estadounidense, quien justicieramente destacó la falta de sensibilidad y de respeto del ex presidente. Estas palabras de Mejía, quien se declaró católico, fueron el inicio de su epitafio. El mucho a poco de su derrota deja en evidencia que ya la gente no estaba “en Hipólito”.
Con un Hipólito hay otro gran perdedor: el ex presidente Leonel Fernández, quien de seguro apostaba a un triunfo de éste. Entre dos grandes rechazados, el menos puede salir triunfante. Y en este caso, Fernández sólo resultaba ganancioso en un escenario donde Mejía fuera el contrincante.
Esa derrota de Mejía fue un mensaje de lo que pudiera pasarle a Leonel Fernández si este decidiese ser el candidato del oficialismo. Si persiste en una aventura a todas luces, oscura y de orates. El presidente del PLD, al igual que Hipólito, no ha cambiado en su actitud, ha continuado fiel a su estilo mesiánico, arrogante, de creerse imprescindible. Sus vecinos siguen siendo Buda, Jesucristo. Sus iguales no bajan de esa cima, no tiene como contemporáneos a los pobres, a sus compañeros de partido.
La tumba política donde hoy reposa el ex presidente Mejía muy pronto podría tener un ilustre vecino si continúa empujando su proyecto de retorno al poder. Y sería la de la Fernández, y seguramente estaría presionando ahora a partir de la derrota del guapo de Gurabo, para no tener que asistir a un entierro del cual ellos serían los primeros dolientes, pues tendrían que acompañarle hasta el abismo.
En el comité político del PLD y en la organización oficialista hoy suenan las alarmas. No es verdad que con cualquier se gana en las elecciones presidenciales. Abinader no padece de las enfermedades verbales de Mejía y aglutina a sectores ávidos de sacar al partido morado del poder.
En paz descanse Hipólito Mejía, y en paz también su lengua, la cual lo llevó al abismo y a una cruel derrota. Que espere allí a otro ilustre vecino, el cual la soberbia y el mesianismo lo llevarán también a la tumba política: Fernández. Requiescat in pace (descanse en paz), Mejía.
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