Periodismo, redes sociales y posverdad/Víctor Bautista
DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- Casi iniciando este siglo, yo tenía la responsabilidad de coordinar, como jefe de redacción, el turno de cierre del periódico El Siglo, un ejercicio lleno de adrenalina, con frecuentes imprevistos y acontecimientos de último minuto que hacían de la portada y algunas páginas interiores todo un ajedrez.
Las vespertinas sesiones del Senado –que a veces sobrepasaban la prima noche-, las reuniones o decisiones en el Palacio Nacional, que para entonces era laboralmente nocturnal, así como la agenda de algunos organismos autónomos y del Poder Judicial, generaban desafíos editoriales y el riesgo latente de “un palo” de la competencia con la inserción de alguna noticia capturada con exclusividad.
Esa situación mantenía en ascuas el ejercicio más retador de un periódico: el cierre, pues es ahí donde el editor deja plasmada su personalidad profesional y pone el sello de su visión, tendiendo hacia lo políticamente correcto.
Recuerdo que una noche recibí un fax (algo que ya pertenece a la prehistoria) con un contenido que, a primera vista, convocaba a titular en portada a ocho columnas, pues se retrataba una crisis de grandes proporciones en la Junta Central Electoral.
En mi segunda lectura observé que no se registraba el número de procedencia del fax y eso me generó suspicacia. Intentamos confirmar la veracidad del contenido, pero no dimos con nadie del organismo comicial. Mi decisión fue dejarlo sobre la bandeja de papeles entrantes y seguir mi cierre sin alteración.
Al día siguiente, los mensajes del inquietante fax estaban reseñados en la portada de uno de los matutinos de la competencia. Me dirigí algo angustiado a la reunión editorial de apertura con la disposición de admitir mi error y escuchar con la paciencia de Job cualquier andanada proveniente del exigente y meticuloso director Osvaldo Santana. La primera información que recibí al llegar a El Siglo fue que el jefe de cierre del matutino que publicó la noticia había sido despedido, pues el fax resultó ser todo un montaje, expresión de intereses internos antagónicos de la JCE.
Nadie puede proclamarse infalible –y menos en un oficio en el que confluyen tantos intereses y supone, en la parte editorial, un voluminoso manejo de fuentes, noticias y opiniones de los más variados temas en las distintas secciones o cuerpos del diario-. La cadena de apoyo de un director de periódico debe estar compuesta por entes competentes y con amplitud de miras. Se trata de un tamiz que no admite mediocridad.
La duda como praxis será siempre un elemento de extrema importancia, porque funciona como un muro de contención, una tabla salvadora o un elemento redentor ante las pifias a las que estamos expuestos como periodistas, más ahora en medio de los nuevos retos epocales que arrastran consigo las redes sociales y la posverdad.
Los comentarios están cerrados.