SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La principal característica del movimiento literario del siglo XV conocido como “Oscurantismo” fue esconder el conocimiento al público y evitar su divulgación. Tal parece que en la comunicación social y el periodismo dominicano existen adeptos a esta doctrina que tiene más de quinientos años de antigüedad.
Esta comparación es posible gracias a los conservadores que son algunos periodistas del país al momento de manejar alguna información que podría afectar a intereses poderosos de diferentes sectores del país.
Sin embargo, esta actitud va en detrimento de lo que significa ser un periodista y contrario a la ética profesional que se nos enseña en las universidades. Existen dos realidades en las que se envuelven los profesionales de la comunicación, una es la del idealismo de la carrera, ese que nos invita a ser la voz del pueblo, defensores de los desposeídos y guardianes de la democracia y los derechos; la otra, esa que encadena la pluma y abre los bolsillos.
Esta práctica cada vez más popular entre los periodistas nuevos y viejos debe ser repudiada tanto por la población como por los mismos profesionales de la carrera. Es hora de identificar a los ídolos con pies de barro y desenmascarar a los actores que han convertido al periodismo en un circo.
Lamentablemente, el periodista dominicano no cuenta con una estructura que lo respalde ni organización que vele por él, la integridad de su oficio ni la garantía de su labor. Sí existe un Organismo que se supone agrupa a los profesionales de la carrera y protege los intereses de estos, pero para nadie es un secreto que esto es solo “de la boca para afuera” ya que esta institución no ha intervenido en los atropellos cometidos en perjurio de los y las periodistas del país ni se ha acercado a los dueños de los medios de comunicación para tratar de negociar el mejoramiento del entorno laboral de los comunicadores dominicanos.
Aproximadamente hace diez años el Colegio Dominicano de Periodistas se ha enmudecido a la realidad nacional que envuelve a los profesionales de la comunicación dominicana, llegando a la insensata y condescendiente actitud de permitir a infiltrados que ni siquiera han pisado una universidad desarrollarse y hacer vida como periodistas, usurpando así los puestos que deberían estar destinados a los y las verdaderas periodistas responsables, preparados y capaces de realizar un periodismo ético y con valores.
Un buen ejemplo de una estrategia de control para este mal que nos afecta, sería el del Colegio Dominicano de Abogados que exige a todos los abogados del país estén acreditados en su organización para poder ejercer en los tribunales y para dicha acreditación exigen el comprobante del título universitario. Sea que se cumpla a carta cabal o no la medida mencionada, al menos es un precedente que debería imitar el Colegio Dominicano de Periodistas, mismo que ni si quiera exige la renovación de los Carnés a sus miembros.
Son esos, los que ven en la comunicación la oportunidad de negociar, extorsionar, vender, influenciar, chantajear, amenazar y hacerse ricos con el tráfico de información a los que se deben considerar “Oscuros”, las manzanas podridas que desacreditan al periodismo y que han plagado los medios de comunicación de la República Dominicana sin control y sin ningún tipo de pudor.
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