¿Nueva reconfiguración política en Medio Oriente?
Distrito Nacional, República Dominicana.-.
El pasado 7 de octubre, en los albores del amanecer, las milicias de Hamas atacaron de manera cruel y horripilante varias ciudades y pueblos de la parte sur de Israel. Como resultado, ha habido más de 1,600 muertos israelíes, alrededor de 4,000 heridos y cerca de 150 civiles y militares tomados como rehenes.
El hecho ha concitado un comprensible repudio internacional, al cual nos sumamos. El ataque a jóvenes que participaban de un festival musical, a familias que descansaban en sus hogares y contra niños, mujeres y adultos mayores, ha sido inhumano e injustificado.
Esa ha sido la mayor catástrofe militar sufrida por Israel desde su formación como Estado en 1948. Empero, luego de la ocurrencia de esos fatídicos acontecimientos, se ha suscitado una gran interrogante: cómo es posible que miembros de las milicias de Hamas fueran capaces de penetrar territorio israelí por tierra, mar y aire, sin que en ningún momento fuesen detectados por los considerados eficientes servicios de inteligencia y las fuerzas armadas israelíes?
Esa circunstancia ha provocado una desconfianza de la generalidad de los ciudadanos de Israel hacia sus instituciones cívicas y militares. Siempre se había considerado que la garantía de seguridad que tienen esos ciudadanos se debía, precisamente, a la capacidad de protección de sus cuerpos armados.
Ante esa crisis de confianza, el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, procedió a la conformación de un gobierno de unidad nacional que ha permitido la instalación de un gabinete unificado de guerra.
De esa forma, Israel ha reaccionado adoptando como objetivo estratégico la eliminación física de los integrantes del grupo Hamas. Netanyahu ha dicho que “todo miembro de Hamas debe considerarse como hombre muerto”.
Límites de la violencia
Se reconoce el derecho a la defensa que tiene el Estado de Israel frente a la gravedad de los hechos acontecidos en su territorio. Sin embargo, conforme a tratados internacionales y a las leyes que regulan los conflictos armados, hay un límite al ejercicio de la capacidad coercitiva que Israel puede ejercer sobre el territorio de Gaza, sede del grupo Hamas.
Ya ha habido graves daños para el pueblo palestino. Fruto de las más de 6 mil bombas que han llovido sobre Gaza, han muerto cerca de 2 mil personas, entre ellas niños, mujeres y ancianos. Ha habido un desplazamiento por encima de 400 mil personas. Se ha suspendido el suministro de agua, energía eléctrica, combustibles y sistemas de comunicaciones.
El secretario general de Naciones Unidas ha apelado al ejercicio del derecho humanitario en el territorio palestino, con la finalidad de minimizar los daños que puedan ser causados, tanto a seres humanos, como a la infraestructura física del lugar.
El ataque de Hamas a territorio israelí no cuenta con el apoyo de la generalidad del pueblo palestino. Desde la década de los 90, luego de los Acuerdos de Oslo, que dieron origen a la Autoridad Nacional Palestina, en principio bajo el liderazgo de Yasser Arafat, y actualmente de Mahmoud Abbas, se ha procurado la conquista de la liberación nacional palestina a través del diálogo y de distintos procesos de paz.
Además de los Acuerdos de Oslo, ha habido iniciativas para promover la paz, y crear dos Estados, uno palestino al lado de Israel, como la de Camp David, en el año 2000; la de Egipto, en 2001; la identificada como “hoja de ruta para la paz”, en el 2002; y la iniciativa árabe.
Es cierto que esos acuerdos no han logrado la devolución a los palestinos de las tierras ocupadas, el retorno de los refugiados, ni el libre acceso a sus lugares sagrados.
Todo eso, naturalmente, ha dado lugar a frustraciones y amarguras que dejan en un estado de impotencia e incertidumbre a las comunidades palestinas. Debido a esa situación, se ha producido, a lo largo del tiempo, una escisión entre los líderes de las principales organizaciones representativas del pueblo palestino.
Así, Fatah, que es la principal institución dentro de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), ha diseñado una estrategia de procurar, por vía del diálogo y la búsqueda de la paz, la conquista del objetivo de crear un Estado palestino independiente.
Por su parte, grupos como Hamas, la Yihad Islámica Palestina y la Brigada de los Mártires de Al-Aqsa, consideran que la vía del diálogo con Israel es una utopía, sobre todo, a partir de los Acuerdos de Abraham, promovidos por Donald Trump, que resultaban muy parcializados a favor de Israel.
De esa manera, luego de la Primera Intifada de 1987, que fue la de la lucha de las piedras contra los tanques, Hamas y los demás grupos han llevado a cabo cuatro guerras contra Israel.
La nueva realidad
En el 2006, Hamas ganó las elecciones legislativas en Gaza frente a la Autoridad Nacional Palestina. Desde entonces constituyen el gobierno legítimo de esa localidad; y, por consiguiente, hay una situación de permanente tensión entre los palestinos ubicados en Gaza y los que se encuentran en Cisjordania, bajo las órdenes de Mahmoud Abbas.
Pero algo parecido, aunque no en la misma dimensión, acontece en Israel. En la actualidad, bajo el nuevo gobierno de Netanyahu, se ha conformado una coalición de grupos de extrema derecha, de la cual forman parte sectores religiosos ultraortodoxos, partidarios de la continuación de asentamientos de colonos en los territorios ocupados.
En ese contexto, en que hay un predominio, tanto en Israel como en Gaza, de sectores políticos que solo ven a través de la confrontación la solución del diferendo histórico entre ambos pueblos, se puede comprender cómo, debido a la incursión terrorista de Hamas en territorio israelí, se haya encendido la chispa de la pradera de la peor manera imaginable para alcanzar la paz en esa volátil región del Medio Oriente.
La reacción airada de Israel hacia la Franja de Gaza ha provocado que el grupo de Hezbollah, que opera desde el sur del Líbano, haya tenido ya su primera pugna con las fuerzas militares israelíes.
Además, que Irán no haya ocultado su cooperación con las milicias de Hamas para su ataque a Israel; que Qatar haya estado financiando sus operaciones; y que Turquía haya hecho un llamado a restringir el uso de la fuerza israelí.
Estados Unidos, por su parte, ha desplazado su flota naval hacia la zona de conflicto, lo cual señala el retorno norteamericano al Medio Oriente; y, por consiguiente, al rediseño de una nueva realidad geopolítica, que unida a la guerra entre Rusia y Ucrania, y su rivalidad frente a China, luce convulsa e impredecible.
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