EDITORIAL: El mundo vive un estado de convulsiones sociales, económicas y políticas, caracterizado principalmente por las desigualdades en la distribución de las riquezas y de las violaciones constantes de los derechos fundamentales de las personas.
El irrespeto a la convivencia fomenta también que cada vez más se alteren las reglas de juego.
Este domingo el papa Francisco ha externado la preocupación de la Iglesia Católica por las guerras permanentes en Irak, el Medio Ambiente y ahora en Ucrania.
Como portavoz de la Iglesia, Francisco ha clamado por la paz y porque se desista de la violencia como método de dirimir los conflictos.
Como lo dice el Príncipe católico, nunca debe abandonarse el diálogo como la regla única para el entendimiento y para evitar los conflictos bélicos entre las naciones y las personas.
Lo que ocurre en Ucrania, tras Rusia ocupar Crimea, también entre Israel y Palestina, además de los ataques en Irak, debe preocupar a la comunidad internacional, principalmente a sus líderes ante la propagación de la violencia y el resquebrajamiento del orden jurídico y político mundial.
Las insatisfacciones de las poblaciones constituyen otros elementos que contribuyen a las alteraciones sociales y económicas, mientras el liderazgo mundial sólo se preocupa por las situaciones económicas, mientras las condiciones de vida de los ciudadanos se van deteriorando por un esquema caracterizado por las desigualdades.
El llamado del Papa Francisco debe motorizar la reflexión del liderazgo mundial, urgiendo por su intervención para que la paz mediante el diálogo constituya el norte de todas las discusiones y negociaciones para que Medio Oriente, Ucrania e Irak puedan vivir en total convivencia y hermandad.
Hay que poner el interés colectivo o común por encima de cualquier apetencia particular de cada nación, como bien lo proclama el Papa Francisco. Así y sólo así, habrá paz en el mundo.
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