Lectura de una foto: Danilo, el que clava, y Leonel, el crucificado

SANTO DOMINGO. (AUTOR: Eloy Tejera, periodista y escritor).-  ¿Saben ustedes lo que es un poema? Dudo que no lo sepan. Pero, sino, miren la fotografía donde aparecen el presidente Danilo Medina y el ex presidente Leonel Fernández, y tendrán una idea completa. Hay de todo en esa foto: dramatismo, sentimiento, tensión.

No hay que ser un arúspice o un adivino de quinta categoría para intuir que entre ellos se ha abierto un abismo, que hay una distancia, que no son los viejos compañeritos de la base, aquellos fueron de mano en el Frente Patriótico para acceder al poder y a todo lo que ello implicaba.

Danilo Medina y Leonel Fernández en reunión del CP.
Danilo Medina y Leonel Fernández en reunión del CP.

Leonel mira hacia lo lejos. Es una mirada que se va a lontananza. Asediada por fantasmas.  Es un rostro que en los últimos tiempos ha cambiado mucho. Como un muro al que los combatientes enemigos han atacado de manera inmisericorde con potentes cañones, y las rocas dan señales de ello: rastros, evidencias, laceraciones. Es el rostro avejentado por los contratiempos que surgen de estar fuera del poder:  los casos Ernesto Quirino Paulino Castillo, por el sometimiento de quien es casi como su hijo: Félix Bautista, las demostraciones de repudio en su contra en New York, los juicios populares llevados a efecto por jóvenes cuya intransigencia quita el sueño a cualquiera. Ya no hay frescura, ya las canas han tomado el poco pelo negro que queda, y no persistencia ni tiempo para combatir el paso con el tinte.

Quizás tal vez piensa que es una celada lo que se le ha preparado, en lo irónico del destino, de que ahora es Danilo, quien tiene el sartén por el mango, el Señor Presidente, rememorando a Miguel Ángel Asturias.

Y Danilo Medina al lado. Con mirada un poco más cerca que la de Leonel, agobiado  como éste, pero por algo más terrenal: una dermatitis que ya explicado su origen, a la que ya se ha acostumbrado. Tiene el hombro ligera y forzadamente hacia la derecha, pero se intuye como que domina la escena.

Hay un detalle que vale la pena destacar, y que revela quizá algo:  De su copa de agua, Danilo no ha bebido nada, tiene la servilleta intacta, exhibe la sonrisa del carpintero que ha insertado bien los clavos en las manos del condenado.  En cambio, Leonel ya ha tomado del líquido, la servilleta de su copa ha volado, y el contenido a la mitad ha disminuido. Ha tenido sed, las circunstancias no son para menos. Es la sed del crucificado. Entre ellos no hay nada que decir: la suerte está echada, y el comité político le ha sacado la alfombra al ex presidente Fernández, y ahora camina sobre ella el presidente Medina, sereno, dueño de las circunstancias, y del país, por supuesto.

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