¿Granjeros de bots o líderes orgánicos?
DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- Facebook, Instagram, Youtube y Twitter deberán seguir reforzando la garantía de un alcance creíble respecto a la publicidad que vehiculizan en franca competencia contra los medios tradicionales, que viven un inevitable proceso de reducción del pastel, perciben menos ingresos y se ven en la obligación de reestructurarse para sobrevivir en sus versiones print, tevelisión y radio.
Emerge un debate -y creo que se prolongará bastante- sobre qué proporción de las piezas publicitarias es vista solamente por robots, porque esto, sin dudas, hace que el alcance y la efectividad no sean tan reales como se pintan en el esquema de negocio de bajos presupuestos y mayor impacto.
De hecho, hay grandes transnacionales ofreciendo testimonios sobre la colocación publicitaria masiva en redes sociales sin verificar el impacto esperado en las ventas proyectadas. Entonces pudiera ser que los robots estén jugando su papel, viendo la publicidad, pero sin ninguna decisión de compra. Toma cuerpo una tendencia en grandes actores comerciales: usar sus propios canales para llegar masivamente al público con ofertas.
Quiero extrapolar el fenómeno que, insisto, es digno de estudio, análisis serio y contraste de ideas profesionales, al mundo de la política. Esto es a propósito del período de campaña en que nos encontramos de cara a las elecciones municipales de febrero y a la justa electoral de mayo para el congreso y la presidencia.
En el marco de su estrategia de posicionamiento, tenemos candidatos que han desatado una febril carrera de inversión en redes sociales comprando publicidad y granjas de bots. La primera acción busca reconocimiento del rostro y la segunda es un arma de guerra para combatir a los contrarios y repeler ataques.
Esos sistemas de bots alineados para atacar y defender no sólo pertenecen a políticos y a aspirantes a cargos del Estado por la vía electoral. También seducen y concitan la atención de otros perfiles: gente nombrada por decreto con ambición de poder que pretende hacer de su gestión una leyenda sin nada orgánico, sin la fuerza de los hechos.
Los recursos digitales aludidos están de moda, pero se usan sin creatividad, algo que se evidencia en la distribución de mensajes para bots (pedestres, repetitivos, sin estética, dejando ver el refajo y la personalidad de quienes están detrás de escena). Los bots con asignación de pensamiento de diseño o design thinking quizás pudieran ser otra cosa.
No es casual ni ocioso que los estrategas de algunos políticos, que necesitan ser conocidos, estén aconsejando recuperar el tradicional método del cara a cara, porque la mirada directa, el apretón de mano, el abrazo -aunque sean actos teatrales- no tienen sustituto en el mundo de la inteligencia artificial.
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