El PRM luce sin estrategia clara para disputar el poder al PLD
En determinada coyuntura el PRM se muestra como un aliado de uno de los dos sectores en pugna a lo interno del PLD.
Es decir, un bando del PRM hizo una alianza táctica y sin ningún compomiso a futuro con el grupo del expresidente Leonel Fernández cuando las circunstancias rindieron beneficios por el debate opuesto a una posible reforma de la Constitución, la que pudo abrir las puertas a una segunda repostulación del presidente Danilo Medina o cuando se advertía que el proyecto sería para lograr su habilitación para los comicios de 2024, por la prohibición establecida en un artículo transitorio en la Carta Magna.
Luis Abinader y sus adeptos, en procura de la nominación presidencial, entendieron que era factible en ese momento rechazar la modificación de la Carta Magna, en virtud de que el termómetro social advertía que había y existe una amplia manifestación de repudio a cualquier cambio que facilite que Medina pueda optar por la nominación presidencial por el PLD.
Sin embargo, era evidente que Hipólito Mejía, en su condición de expresidente de la República y aspirante por el PRM, estaba a favor de que la Constitución fuera tocada y así Medina pudiera reelegirse, por dos hechos simples: el primero fue la imprudencia que cometió al anunciar que dejaba libre a sus diputados para que votaran a favor o no de una reforma constitucional, pero tuvo que rectificar con un comunicado con una posición contraria a la ya conocida.
Pero su real intención quedó demostrada cuando después del discurso del presidente Medina, en julio pasado, en el que anunciaba que no iba detrás de una reelección para 2020, el expresidente Mejía se despertó con una propuesta de reforma de la Constitución contenida de once puntos, entre uno de ellos se identifica con la habilitación política del actual Jefe del Estado.
En el caso de Luis Abinader la situación es interpretada casi parecida a la estrategia de su adversario interno.
Cuando a Abinader le convenía “coyunturalmente” obtener capital político se identificó con la tendencia que había contra la reforma de la Constitución, terreno en el que el expresidente Fernández había ganado el terreno en la lucha contra el sector gubernamental que motorizaba modificar la Carta Magna.
A pesar de la efervescencia que hubo en organizaciones sociales para neutralizar el movimiento por la reforma, el PRM no asumió ese grito como una bandera, de ahí que hubo especulaciones que daban cuenta que habría participado en negociaciones para la unificación de las elecciones municipales y congresionales de febrero con el proceso que se desarrollará en mayo para las presidenciales. Esta indefinición partidaria incubó cierta duda sobre lo que desean Luis Abinader e Hipólito Mejía con los intereses instituciones.
Pero el panorama fue diferente para el PRM en cuanto a la conformación del bufete directivo de la Cámara de Diputados: Dejar libre a sus diputados era lo mismo que inclinarse a favor del plan del grupo de Medina de imponer a Radhamés Camacho como presidente en elección de ese hemiciclo, contrario al derecho que tenía Demóstenes Martínez, del grupo de Leonel Fernández, a ocupar ese puesto, en virtud de un acuerdo de 2015 que fue refrendado por el Comité Político peledeísta.
Estos hechos son la mejor demostración que el PRM carece de una estrategia definida de oposición y que baila “la música” que escucha en el litoral del PLD, pensando capitalizar circunstancias internas de sus opositores, pero la población lo perfila como un aliado coyuntural y oportunista de la disputa entre Leonel Fernández y Danilo Medina, mientras se le percibe poca vocación de poder, a pesar de que muchas circunstancias han sido propicias para tener un mayor arraigo y aceptación de cara a los comicios presidenciales venideros.
Los errores del PRM serán costosos y tendrán repercusiones en la definición en cuadro de votaciones que podría incidir en torno a las nuevas autoridades después de celebrados los comicios de mayo de 2020.
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