SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Nadie puede desear la muerte de un ser humano, por más cruel y satánico que pudiera ser. Esta opinión viene a colación de la muerte repentina del exnuncio en República Dominicana, Jozef Wesolowski, cuyo fallecimiento fue oficialmente anunciado por el Vaticano y confirmado de que se produjo por causa de un infarto cardíaco la madrugada del viernes cuando fue hallado en su habitación.
No cabe más que lamentar este trágico final del sacerdote, que por varios años desempeñó labor pastoral en República Dominicano, con el penoso final de la acusación de abuso sexual contra varios menores.
La sociedad dominicana tenía ansias de un castigo ejemplar contra el exnuncio, que pagara por sus hechos deshonrosos para la Iglesia Católica. Esa sed de Justicia queda ahora a la Santidad divina, mientras las autoridades dominicanas pueden sentirse satisfechas con la labor desempeñada para que Wesolowski recibiera la sanción legal que merecía, porque ya en lo moral había sido condenado por sus fechorías.
Que en paz descanse el exnuncio. Consolación a las víctimas de su crueldad y sus familiares en República Dominicana.
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