DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- La rendición de cuentas del presidente Luis Abinader ante el país por el primer año de su gestión tiene muchas aristas para la discusión y el debate.
En materia de la economía, sus planteamientos son conocidos y muy manipulados por el propio Jefe del Estado y sus funcionarios más cercanos, inclusive días previos a la intervención pública del gobernante desde las escalinatas del Palacio Nacional.
Los dos puntos más cardinales de la rendición tienen que ver con el consenso al liderazgo político y las doce reformas desglosadas para la institucionalidad del país, desde la óptima del Poder Ejecutivo.
Estas reformas tienen que ver con los sectores de la electricidad, de la independencia del Ministerio Público y de la Cámara de Cuentas, del agua y del transporte, de la Policía Nacional y del aspecto fiscal, así como la modernización del Estado, de la salud y de la Seguridad Social.
Si bien estas reformas forman parte de la visión de Estado del Gobierno y del Partido Revolucionario Moderno, el presidente Abinader sustenta su viabilidad en un consenso con el liderazgo político, empresarial y social, lo que siempre ha sido una aspiración que nunca se logra concretar.
“Las diferencias son buenas y sanas en una democracia, pero pido que en este propósito de transformación cesen para poder abordar estas reformas todos juntos”, ha pedido el gobernante en su discurso ante la nación, lo que tiene total justificación en el hecho de que nunca ha sido posible un acuerdo en los puntos más prioritarios que contribuyan al fortalecimiento de la democracia y el sistema de justicia.
Realmente el país demanda por la consecución de proyectos concretos de sus estamentos fatídicos y del liderazgo en su conjunto, pero siempre prevalece la aprensión sobre las metas negociadas a puertas cerradas y con el fin de alcanzar propósitos mediáticos que nunca llegan a la colectividad.
Es obvio que el presidente Abinader y el PRM obren con el objetivo a corto plazo de retener el poder más allá de agosto de 2024, pero no hay que olvidar que la oposición sustenta su estrategia con los ojos puestos en conseguir los votos y llegar al Palacio Nacional, diferencias a las que podría referirse el Mandatario y que entienden obstaculizan las doce reformas institucionales que su administración trata de impulsar.
Lo más correcto sería discutir un plan de nación, con el compromiso colectivo de los partidos, del Estado y de la sociedad en general, que no comprometa los fines mediáticos contaminados por las proyecciones electorales y con la meta de alcanzar el poder.
El diálogo siempre será positivo, cuando hay desprendimiento de intereses particulares.
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