Compartiendo las avenidas
(AUTOR: Talyam Vásquez, abogada y politóloga).- Desde hace años compartimos las avenidas del país con vendedores, limpiavidrios y mendigos. Unos son niños, otros jóvenes adultos y hasta ancianos. Unos sanos, que piden porque no tienen trabajo ni medios de sustento, según alegan, otros porque están enfermos o lesionados.
Piña, lechoza, melones, fresas, chinola, queso, galletas, cargadores de teléfonos, limpia cristales, frutos secos, globos, franelas, lanillas y agua embotelladas se entremezclan en un sinnúmero de ofertas que pudieran igualar a las de cualquier supermercado, para algunos resulta provechoso, pues les salva del traslado.
Este quehacer cotidiano no solo toma las calles, sino también las aceras; y el movimiento de los actores, entre los vehículos, provoca intranquilidad y angustia en los conductores y ocupante de los vehículos. Hay que estar a cuatro ojos para distinguir al delincuente y al mendigo, del vendedor. Cuando te ponen piña por un lado, por el frente otro te limpia el vidrio; eso dejando de lado los piropos indeseados hacia las damas conductoras, los golpes a los vehículos y las escenas violentas que se forman cuando el conductor se rehúsa a pagar un servicio de limpieza que no solicitó, ni tuvo oportunidad de rechazar.
Lo peor de todo es que las autoridades se hacen de la vista gorda ante esta problemática, que afecta el desplazamiento diario de los transeúntes. Si vamos a continuar viviendo con esta práctica, sería conveniente algún tipo de regulación por parte de los municipios, a los fines de que mediante algún tipo de control, se pueda distinguir al vendedor y al mendigo del que arrebata la cartera y sale huyendo, o del buscapleitos que quiere obligar, a pagar un servicio que se rechaza.
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