Biden asume responsabilidad por salida de Estados Unidos de Afganistán
WASHINGTON, Estados Unidos.- El presidente Joe Biden ha asumido la responsabilidad sobre la salida de las tropas de su país de Afganistán, tras lo cual el grupo talibán ha logrado el control de esa nación, provocando la huida del presidente y las demás autoridades.
“No voy a engañar al pueblo estadounidense afirmando que un poco de tiempo más en Afganistán tendrá efectos importantes. Tampoco voy a desligarme de la responsabilidad que me cabe por el lugar en el que estamos hoy y cómo debemos actuar en lo sucesivo”, agregó, en referencia al avance obtenido por los talibanes para controlar ese país.
A continuación el texto íntegro del discurso de Biden sobre Afganistán:
Buenas tardes. Quisiera hablarles hoy de la situación en curso en Afganistán, los hechos que se han producido durante la última semana y los pasos que estamos dando para responder al rápido desarrollo de los acontecimientos.
Mi equipo de seguridad nacional y yo hemos estado realizando un seguimiento atento de la situación sobre el terreno en Afganistán y actuando con celeridad para implementar los planes que habíamos establecido para responder a cada aspecto… y a cada contingencia, incluido el rápido colapso que estamos observando ahora.
En breve brindaré más precisiones sobre los pasos concretos que estamos dando, pero quisiera recordar a todos cómo llegamos aquí y cuáles son los intereses de Estados Unidos en Afganistán.
Fuimos a Afganistán hace casi 20 años con objetivos muy claros: atrapar a quienes nos atacaron el 11 de septiembre de 2001 y asegurarnos de que Al Qaeda no pudiera usar Afganistán como base desde donde volver a atacarnos.
Y eso es lo que hicimos. Logramos deteriorar sustancialmente la situación de Al Qaeda en Afganistán. Nunca desistimos de la búsqueda de Osama bin Laden, y lo atrapamos. Eso fue hace una década.
Nuestra misión en Afganistán no debía tener el objetivo de construir una nación. No se suponía que fuera crear una democracia unificada y centralizada.
Nuestro único interés nacional vital en Afganistán sigue siendo hoy el mismo de siempre: impedir que haya un atentado terrorista en nuestra patria estadounidense.
Durante muchos años he señalado que nuestra misión debería acotarse a combatir el terrorismo, y no enfocarse en la contrainsurgencia o la construcción de una nación. Por eso me opuse al aumento de tropas que se propuso en 2009 cuando yo era vicepresidente.
Y es por eso que, como Presidente, creo firmemente que debemos enfocarnos en las amenazas que enfrentamos hoy en 2021, y no en las amenazas del pasado.
En la actualidad, la amenaza terrorista se ha extendido fuera de Afganistán: Al Shabab en Somalía, Al Qaeda en la Península Arábiga, Al Nusra en Siria, y Estado Islámico que intenta crear un califato en Siria e Irak y genera filiales en múltiples países de África y Asia. Estas amenazas ameritan nuestra atención y nuestros recursos.
Llevamos a cabo misiones antiterroristas eficaces contra organizaciones terroristas en múltiples países donde no tenemos una presencia militar permanente.
De ser necesario, haremos lo mismo en Afganistán. Hemos desarrollado capacidades antiterroristas a más largo plazo que nos permitirán mantenernos decididamente enfocados en cualquier tipo de amenazas directas contra Estados Unidos en la región y actuar con celeridad y determinación si fuera necesario.
Cuando asumí mi función, heredé un acuerdo que el presidente Trump había negociado con los talibanes. Este acuerdo establecía que las fuerzas estadounidenses debían irse de Afganistán para el 1 de mayo de 2021, poco más de tres meses desde la fecha en que llegué a mi cargo.
Las presencia de fuerzas de EE. UU. ya se había reducido durante el gobierno de Trump de cerca de 15.500 soldados estadounidenses a 2.500 en el país, y los talibanes tenían su mayor posición militar desde 2001.
La elección que tuve que hacer, como su Presidente, fue terminar de dar cumplimiento a ese acuerdo o estar dispuesto a regresar y pelear contra los talibanes en plena temporada de combates de primavera.
No habría habido un cese al fuego después del 1 de mayo. No había un acuerdo que protegiera a nuestras fuerzas después del 1 de mayo. No iba a ser posible mantener la estabilidad sin bajas estadounidenses después del 1 de mayo.
Solo existía la dura realidad de cumplir el acuerdo de retirar a nuestras fuerzas o agudizar el conflicto y enviar a miles más de soldados de vuelta a combatir en Afganistán, dando así inicio a la tercera década de conflicto.
Ratifico plenamente la decisión tomada. Después de 20 años, he aprendido de manera dolorosa que nunca hubo un buen momento para sacar a tropas estadounidenses.
Por eso seguíamos estando allí. Teníamos muy en claro cuáles eran los riesgos. Previmos todas las contingencias posibles.
Pero siempre le prometí al pueblo estadounidense que seríamos sinceros. Lo cierto es que los acontecimientos se precipitaron más rápido de lo previsto.
¿Por qué ocurrió esto? Los líderes políticos afganos desistieron y huyeron del país. Las fuerzas militares afganas colapsaron, en algunos casos sin intentar combatir.
Los acontecimientos de la última semana no han hecho más que confirmar que poner fin ahora a la intervención militar de EE. UU. en Afganistán fue la decisión correcta.
Los soldados estadounidenses no pueden y no deben combatir una guerra y morir en un conflicto que las fuerzas afganas no están dispuestas a combatir por sí misas. Hemos gastado más de un billón de dólares. Hemos brindado capacitación y equipamiento a una fuerza militar afgana de cerca de 300.000 integrantes con un equipamiento muy sólido; esta es una fuerza de tamaño superior al de los ejércitos de muchos de nuestros aliados de la OTAN.
Les dimos todas las herramientas que podían necesitar. Pagamos sus salarios, nos ocupamos del mantenimiento de su fuerza aérea, algo con lo que no cuentan los talibanes. Los talibanes no tienen fuerza aérea. Brindamos apoyo aéreo directo.
Les dimos todas las oportunidades de determinar su propio futuro. Lo que no pudimos darles fue la voluntad de luchar por ese futuro.
Hay unidades y soldados muy valientes e idóneos en las fuerzas especiales afganas, pero si Afganistán no puede montar ahora una resistencia genuina a los talibanes, no hay posibilidades de que uno, cinco o veinte años más de presencia militar estadounidense en el terreno puedan marcar alguna diferencia.
Y esto es algo de lo que estoy absolutamente convencido: no está bien ordenar a soldados estadounidenses que den un paso adelante cuando las propias fuerzas armadas afganas no lo harían. Si los líderes políticos de Afganistán no pudieron unirse por el bien de su población, no pudieron negociar por el futuro de su propio país cuando llegó la hora de la verdad, nunca lo habrían hecho mientras permanecieran las tropas de EE. UU. en Afganistán asumiendo gran parte del combate por ellos.
Y nuestros verdaderos competidores estratégicos —China y Rusia— estarían muy complacidos de que Estados Unidos siguiera destinando miles de millones de dólares en recursos y atención a estabilizar a Afganistán por tiempo indefinido.
Cuando recibí al presidente Ghani y al director Abdullah en la Casa Blanca en junio, y cuando posteriormente mantuve un diálogo telefónico con Ghani en julio, tuvimos intercambios muy sinceros. Hablamos sobre cómo Afganistán debería prepararse para combatir las guerras civiles que atravesara en el país una vez que partieran los militares estadounidenses, y para eliminar la corrupción en el gobierno de modo que este pudiera estar al servicio del pueblo afgano. Hablamos en detalle sobre la necesidad de que los líderes afganos se unieran políticamente.
Pero no hicieron nada de eso.
También los exhorté a que practicaran la diplomacia para llegar a un acuerdo político con los talibanes. Este consejo fue rechazado de lleno. El Sr. Ghani insistió en que las fuerzas afganas combatirían, pero claramente estaba equivocado.
Así que me veo obligado a preguntarles de nuevo a quienes sostienen que deberíamos quedarnos: ¿Cuántas generaciones más de hijas e hijos de Estados Unidos quisieran que envíe a combatir la guerra civil de Afganistán mientras los soldados afganos no están dispuestos a hacerlo? ¿Cuántas más vidas —vidas estadounidenses— vale la pena perder? ¿Cuántas más lápidas en el Cementerio Nacional de Arlington?
Mi respuesta es clara: no voy a repetir los errores que hemos cometido en el pasado, el error de permanecer y combatir por tiempo indefinido en un conflicto que no conviene al interés nacional de Estados Unidos, de redoblar el esfuerzo en una guerra civil de un país extranjero, de intentar refundar un país a través de la movilización incesante de fuerzas estadounidenses.
Esos son los errores que no podemos seguir repitiendo, porque tenemos intereses vitales sustanciales en el mundo que no podemos permitirnos ignorar.
También quisiera reconocer cuán doloroso es todo esto para muchos de nosotros. Las escenas que estamos viendo en Afganistán son sobrecogedoras, sobre todo para nuestros veteranos, nuestros diplomáticos, los trabajadores humanitarios y todos aquellos que han estado en el terreno trabajando para apoyar al pueblo afgano.
Para quienes han perdido seres queridos en Afganistán y para los estadounidenses que han combatido y prestado servicio en ese país, que han prestado servicio a nuestro país en Afganistán, esto es algo con un profundo impacto personal.
También lo es para mí. He trabajado en estos temas tanto tiempo como los demás. He estado a lo largo y a lo ancho de Afganistán durante esta guerra, mientras se libraba la guerra, desde Kabul hasta Kandahar y hasta el Valle del Kunar.
He viajado allí en cuatro ocasiones distintas. Conocí a las personas. Hablé con los líderes. Pasé tiempo con nuestros soldados. Y pude entender de primera mano qué era posible en Afganistán y qué no era posible.
Ahora estamos enfocados en lo que sí es posible.
Continuaremos apoyando al pueblo afgano. Vamos a encabezar esto con nuestra diplomacia, nuestra influencia internacional y nuestra asistencia humanitaria.
Seguiremos impulsando la diplomacia y las relaciones regionales para prevenir la violencia y la inestabilidad.
Seguiremos defendiendo los derechos fundamentales del pueblo afgano, de las mujeres y niñas, así como lo hacemos en todo el mundo.
He sido claro en cuanto a que los derechos humanos deben ser el centro de nuestra política exterior, no una cuestión periférica. Pero la forma de hacerlo no es a través de despliegues militares incesantes, sino con nuestra diplomacia, nuestras herramientas económicas y convocando al mundo a que nos acompañe.
Quisiera ahora exponer cuál es actualmente la misión en Afganistán. Se me pidió que autorizara —y así lo hice— el envío de 6.000 soldados estadounidenses al país con el objeto de que colaboren en la partida de personal civil estadounidense y aliado de Afganistán, y para evacuar a aliados afganos y personas afganas vulnerables hasta un lugar seguro fuera de Afganistán.
Nuestros soldados están trabajando para asegurar el predio aéreo con el fin de que sigan funcionando los vuelos civiles y militares. Estamos tomando el control del tráfico aéreo.
Hemos cerrado nuestra embajada y transferido a nuestros diplomáticos de manera segura. Nuestra presencia diplomática ahora también se encuentra consolidada en el aeropuerto.
En los próximos días, nos proponemos transportar a miles de ciudadanos estadounidenses que han estado viviendo y trabajando en Afganistán.
También seguiremos apoyando la salida segura de personal civil; el personal civil de nuestros Aliados que siguen prestando servicio en Afganistán.
La Operación Refugio de Aliados (Operation Allies Refugee), que anuncié en julio, ya ha logrado trasladar a Estados Unidos a 2.000 ciudadanos afganos que reúnen los requisitos para las Visas Especiales de Inmigración y sus familias.
En los próximos días, las fuerzas militares estadounidenses brindarán apoyo para trasladar fuera de Afganistán a más afganos elegibles para las SIV y a sus familias.
También estamos ampliando el acceso a los beneficios de refugio para cubrir a otros afganos vulnerables que trabajaron para nuestra embajada: agencias no gubernamentales y organizaciones no gubernamentales de EE. UU., así como personas afganas que están expuestas a un gran riesgo y agencias de noticias estadounidenses.
Sé que hay cuestionamientos acerca de por qué no empezamos a evacuar a civiles afganos antes. Parte de la respuesta es que algunos afganos no quisieron irse antes, pues todavía albergaban esperanzas con respecto a su país. Y otra parte fue que el gobierno afgano y sus partidarios nos desalentaron de organizar un éxodo masivo para evitar que se desencadenara, como dijeron, “una crisis de confianza”.
Los soldados estadounidenses están llevando a cabo esta misión de manera profesional y con eficacia, como siempre, pero esto no implica que no haya riesgos.
Al concretar esta salida, hemos dejado en claro lo siguiente a los talibanes: si atacan a nuestro personal u obstaculizan nuestra operación, la presencia de EE. UU. se concretará rápidamente y la respuesta será rápida y enérgica. Defenderemos a nuestra gente con una fuerza devastadora, si es necesario.
Nuestra misión militar actual tendrá una duración breve, será limitada en cuanto a su alcance, y se enfocará en los objetivos establecidos: poner a nuestra gente y nuestros aliados en una situación segura tan rápido como sea posible.
Y una vez que hayamos completado esta misión, vamos a concluir la retirada militar. Vamos a poner fin a la guerra más extensa que ha librado Estados Unidos después de 20 años de derramamiento de sangre.
Lamentablemente, los eventos que estamos viendo ahora son prueba de que ningún grado de fuerza militar podría establecer un Afganistán estable, unido y seguro, lo que se conoce en la historia como la “tumba de los imperios”.
Lo que ocurre ahora podría haber ocurrido hace 5 años o dentro de 15. Debemos ser sinceros al respecto: nuestra misión en Afganistán ha tenido muchos traspiés, hubo muchas equivocaciones en las últimas dos décadas.
Soy el cuarto presidente de Estados Unidos que está al frente de la guerra en Afganistán: dos demócratas y dos republicanos. No voy a traspasar esta responsabilidad a un quinto Presidente.
No voy a engañar al pueblo estadounidense afirmando que un poco de tiempo más en Afganistán tendrá efectos importantes. Tampoco voy a desligarme de la responsabilidad que me cabe por el lugar en el que estamos hoy y cómo debemos actuar en lo sucesivo.
Soy el presidente de Estados Unidos de América y las responsabilidades recaen en última instancia en mí.
Lamento profundamente los acontecimientos que atravesamos hoy. Pero no lamento mi decisión de poner fin al combate de Estados Unidos en Afganistán y mantener un enfoque de precisión en nuestras misiones antiterroristas allí y en otras partes del mundo.
Nuestra misión de desarticular la amenaza terrorista de Al Qaeda en Afganistán y matar a Osama bin Laden fue exitosa.
Nuestros esfuerzos a lo largo de varias décadas para dejar atrás siglos de historia y cambiar y refundar de manera permanente a Afganistán no lo han sido, y yo mismo he creído y he escrito que nunca podrían serlo.
No puedo y no voy a pedir a nuestros soldados que combatan de manera incesante en la guerra civil de otro país, asumiendo víctimas, sufriendo heridas devastadoras y dejando a familias sumidas en el dolor y la pérdida.
Eso no es algo que redunde en beneficio de nuestro interés de seguridad nacional. No es lo que quiere el pueblo estadounidense. No es lo que merecen nuestros soldados, que han hecho inmensos sacrificios en las dos últimas décadas.
Cuando me postulé a la presidencia, expresé el compromiso al pueblo estadounidense de que pondría fin a la participación militar de Estados Unidos en Afganistán. Y si bien ha sido difícil y confuso, y sin dudas no ha sido perfecto, he honrado ese compromiso.
Por sobre todo, asumí un compromiso ante las mujeres y los hombres valientes que están al servicio de esta nación de que no iba a pedirles que siguieran arriesgando sus vidas en una acción militar que debería haber terminado hace mucho tiempo.
Nuestros líderes hicieron eso en Vietnam cuando llegué aquí durante mi juventud. No voy a hacer eso en Afganistán.
Sé que mi decisión será criticada, pero prefiero recibir todas esas críticas antes que delegar esta decisión a otro Presidente de Estados Unidos, una vez más, a un quinto presidente.
Porque es la decisión correcta para nuestra pueblo. Es la decisión correcta para nuestros valerosos militares que han arriesgado sus vidas al servicio de nuestra nación. Y es la decisión correcta para Estados Unidos.
Muchas gracias. Que Dios proteja a nuestros soldados, a nuestros diplomáticos y a todos los valientes estadounidenses que desempeñan su función en situaciones de peligro.
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