21 días de tensión
DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- No recuerdo un proceso electoral en que las proporciones, la cordura, la sensatez y el sentido común estuvieran tan en juego. Ni siquiera en aquellos grandes momentos de crisis política entre caudillos en los que al menos la mediación de actores prominentes de la sociedad podía contener las tempestades producto del choque de fuerzas antagónicas.
La práctica político-partidaria, cabalgando sobre las borrascosas plataformas de las redes sociales, con un inédito desenfado que trae al mundo de cabeza, en convulsión, es ahora como un río desbordado llevándose todo de encuentro.
En el pasado las batallas políticas tenían mucho que ver con las ideologías y los principios, sin que las cosas se produjeran en un laboratorio químicamente puro, pero ahora la contienda acoge otros propósitos en los que convergen la celosa protección de los intereses creados, la búsqueda de una rápida movilidad social, las oportunidades de negocios non sanctos bajo la sombrilla del aparato estatal y la impunidad.
En ese contexto el propósito del Estado -organizar la sociedad, garantizar orden, arbitrar, ser ente de equilibrio, proveer servicios y aplicar las leyes- se desdibuja para convertirse en un claustro de buitres, donde lo normalmente aceptado es sacar la tajada por desgarro.
Esta realidad explica la pobreza discursiva, la crisis de la oferta programática y la sobredimensión de los recursos efectistas. Estamos en una carrera de frases cohete, de slogans desgastados, sin encanto, con el dembow y lo callejero como telón de fondo y base filosófica.
Esta es la campaña del irrespeto y de la desconsideración, con los muros de la intimidad derribados mostrando -y de alguna manera conviene- las vísceras morales de gente del establishment, del círculo familiar y de quienes aspiran a instalarse o reinstalarse en el mando.
El elogio de lo insustancial está en toda la geografía de un sistema político que se debilita institucionalmente, parece encaminarse a la pérdida total de credibilidad y, probablemente, al colapso, justo cuando todo indica que el ciclo económico de crecimiento se estaría agotado.
La carrera es contra el tiempo y el método será cada vez más brutal y despiadado en la medida en que se aproxima el 6 de octubre. Viviremos, no lo dudemos, 21 días de tensión in crescendo en los que todo será posible, sin descartar la violencia física. Después se esa fecha la guerra será más cruenta. Para los gladiadores es de vida o muerte ganar a como dé lugar aunque perdamos al país.
@ViktorBautista
vibasantos@gmail.com
Los comentarios están cerrados.