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SANTIAGO, República Dominicana.- Como parte del conglomerado académico que sustenta la revista de opinión “Project Syndicate”, el reputado economista Joseph E. Stiglitz ha escrito una joya que critica fervientemente por una alternativa al fundamentalismo del mercado, que está llevando a los gobiernos a nivel mundial a fallar en la tarea de construir una economía al servicio de los ciudadanos.
Reflexionando sobre el concepto de una “economía más humana”, que es justamente el llamado que hace Stiglitz en su artículo, recordé las palabras de Carlos Scartascini, un experto sobre economía del comportamiento del Banco Interamericano de Desarrollo, que en una reunión resaltaba la ironía entre un político en campaña y un gobernante, porque en campaña los políticos suelen comprender las dificultades de los ciudadanos y empatizar con ellos, sobre todo en la necesidad de que el sistema político y económico sea más humano y funcione con mayor eficiencia a favor de los ciudadanos.
Sin embargo, cuando el político se convierte en gobernante, muchas veces olvida esta función que podemos llamar de “empatía política” y se deja envolver en un sistema donde luchan el poder, los mercados, la opinión pública, la burocracia innecesaria y la falta de voluntad política.
Afortunadamente, como dice Stiglitz, podemos postular por un equilibrio que sirva a un sistema “más libre, más justo y más productivo”, con un contrato social entre votantes y funcionarios electos, trabajadores y corporaciones, ricos y pobres, que permita hacer realidad “un nivel de vida de clase media”, asegurando que los “mercados sirvan a la sociedad”, y no al revés.
Leyendo a Stiglitz surgieron mis primeros acercamientos a la macroeconomía, los conceptos de estabilidad con crecimiento, los cuestionamientos a los modelos financieros que siguieron a la crisis financiera e internacional del 2008, los preceptos económicos que frenan o motivan la desigualdad social y los fracasos del Estado en la construcción de economías sanas. Pero, sobre todo, forjaron mis más fuertes cuestionamientos al modelo económico imperante, que no tiene a las personas en el centro de sus acciones.
Es por ello que hay que celebrar que cada vez más, reputados economistas y forjadores de opinión pública, están postulando para que los Gobernantes comprendan que la verdadera riqueza de las naciones está en el ingenio humano, porque hoy vivimos la revolución industrial 4.0, donde la innovación sea el motor que dinamice la actividad económica.
Esta idea del capitalismo progresista o progresivo deja claro el rol fundamental de los gobiernos, en la tarea de garantizar la igualdad de oportunidades, frenando los excesos del sector privado e incentivando las mejoras en los sistemas de Gobierno corporativo.
Es un reconocimiento al poder y a los límites del mercado, dice Stiglitz, pero más que nada, se trata de la ruta a seguir para salvar al capitalismo, para que el gobierno desempeñe su papel con mayor eficiencia y que los servicios públicos apunten al bienestar de los ciudadanos.
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