“El paso malo se cruza rápido”
DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- El refranero popular, que recoge la sabiduría de toda la vida en una sociedad, aconseja que “el paso malo se cruza rápido”, queriendo significar que grandes dificultades deben afrontarse sin dilación para poder salir airosos.
Esto vale para las grandes decisiones, las cruciales que están llamadas a marcarnos para bien o para mal.
Desde hace cuatro o cinco meses legisladores del Partido de la Liberación Dominicana y ahora advenedizos salidos del Partido Reformista Social Cristiano—legisladores o no—vienen pregonando que “ya están los votos” para emprender una reforma constitucional que viabilice una segunda reelección para un tercer período consecutivo del presidente Danilo Medina.
Sin embargo, los días transcurren sin que esos legisladores u otros que apuntan en la misma dirección se hayan aventurado a presentar el proyecto de convocatoria.
O sea, que tratándose de “un paso malo” se han cuidado de cruzarlo ni despacio ni deprisa, contraviniendo lo que aconseja el refranero.
Resulta que el asunto no es tan sencillo como reunir los votos para la aprobación de la ley de convocatoria, la cual, por ser una legislación ordinaria, se resuelve con una votación simple de la mitad más uno de los presentes en cada cámara del Congreso.
Para esa aprobación los votos siempre han sobrado. El problema, por tanto, no radica ahí.
El trance difícil se presentaría en la Asamblea Nacional Revisora. De ahí que los “modificacionistas” lo han venido pensando más de una vez antes de emprender la aventura, conscientes de que la corriente adversa es tan abrumadora que los riesgos superan con creces los eventuales beneficios.
Corriente negativa que encuentra una base de sustentación en el entorno internacional donde predominan factores que conspiran contra la viabilidad reeleccionista.
Y es que el riesgo para el presidente Medina se le presenta en tres frentes al mismo tiempo.
Primero, debe obtener los votos para modificar en la Asamblea, un trance que de entrada supondría un fraccionamiento importante de su propio partido.
Segundo, en el caso de poder sortear el plano partidario con menores dificultades aparentes, vendría todo lo adverso que se le supone a una embestida internacional contra su aventura.
Tercero, y probablemente el más determinante: perdería las elecciones de mayo, arrojando por la borda la culminación exitosa de una obra de gobierno.
Al abordar esto último no nos estamos adelantando a los acontecimientos, sino previendo posibles situaciones análogas a otras ya vividas, cuando las sociedades han reaccionado con encono frente a gobernantes que han pretendido pisotearlas valiéndose de subterfugios más a menos disimulados.
Dicho en palabras sencillas, las sociedades han votado con rabia colectiva para cobrarle a un gobernante la afrenta de creerse por encima de todo y de todos.
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