Las amargas sentencias emanadas de tribunales en casos espinosos de los últimos años han venido evacuadas de jueces interinos.
Y a que temer cada vez que un magistrado, casi siempre sin mucha experiencia, sube a estrado a conocer un expediente que concite gran atención, porque sencillamente el fallo va en vía contraria a lo que espera la sociedad.
Ahí tenemos el veredicto a favor del archivo definitivo de la persecución que le seguía la Fiscalía del Distrito Nacional al exministro de Obras Públicas, Víctor Díaz Rúa. Es decir, el juez interino del Cuarto Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional, Leomar de la Cruz, quien acogió un recurso del exfuncionario del Gobierno del expresidente Leonel Fernández para que el Ministerio Público desistiera de investigar denuncias de supuestos actos de corrupción durante su gestión de esa cartera.
La verdad es que da vergüenza ese fallo del juez Leomar de la Cruz, para quien Díaz Rúa es un ser intocable y al que el brazo de la Justicia no puede llevarle, violando así el precepto de la Constitución de la República de todos los ciudadanos son iguales bajo el amparo de las leyes.
Ciertamente que se busca que perdure la impunidad y que los funcionarios públicos se consideren por encima de las leyes y hasta dioses en el desempeño de sus labores, bajo la protección de una Justicia indolente y hasta corrupta, porque evitar que las autoridades competentes persigan e investiguen denuncias de corrupción es sencillamente ser cómplices de esas irregularidades.
La verdad es que el Poder Judicial está totalmente podrido y marcomido por las ineficiencias para que prospere la criminalidad y la impunidad.
Que Dios proteja a este país.
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