DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.- Concluido todo el proceso de preselección y posteriormente la integración del nuevo Tribunal Superior Electoral, los favorecidos con estos cargos por el Consejo Nacional de la Magistratura deben pensar bien sobre el compromiso que han asumido ante la población.
El anterior tribunal perdió totalmente la confianza de la ciudadanía y de los partidos políticos, en su mayor parte de la oposición.
Los anteriores jueces emitieron sentencias que en ningún momento llenaron las expectativas de los ciudadanos, sino que al contrario fueron interpretadas como parte de un plan para favorecer a un sector político determinado.
En el conflicto entre Miguel Vargas Maldonado, presidente del Partido Revolucionario Dominicano, y Guido Gómez Mazara, los anteriores jueces fueron acusados de beneficiar al hoy canciller de la República en perjuicio de un grupo que abogada por la institucionalidad de esa organización.
Quienes sometían recursos ante el TSE en contra de una parcela política sabía el resultado de su imprudencia. Sencillamente este organismo rechaza las apelaciones y otros métodos de protesta constitucionalmente establecidos en el país.
El descrédito acompañó a ese tribunal, y muchos de sus integrantes fueron víctimas de acusaciones.
Reemplazados Mariano Rodríguez, Marino Mendoza, Mabel Féliz, José Manuel Hernández Peguero y John Guiliani compete ahora a los nuevos integrantes del Tribunal Superior Electoral rescatar la credibilidad y la confianza de la población.
Y solo existe un único camino: actuar apegados a las leyes y respetar los derechos a todos los ciudadanos que sientan lesionados sus intereses políticos y su dignidad.
Las leyes electorales persisten en el país, solo que los magistrados del TSE deben ser sabios en exigir su cumplimiento, pero también apegarse a sus dictámenes.
El camino es sencillo, aunque en el trayecto puede resultar con muchos escombros y peligros.
El país merece un Tribunal Superior Electoral que llene las expectativas. El anterior fue una amarga experiencia, que no se puede repetir.
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