Métodos contra el crimen/Víctor Bautista
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Alivia el retorno del patrullaje policíaco-militar a las calles a raíz de las últimas manifestaciones criminales recogidas por la prensa y las redes sociales en una dimensión que crea pánico en la gente y constituye un motivo de repliegue para confinarse en las cuatro paredes de la casa.
La vigilancia constante de las vías públicas por entes armados y uniformados ofrece una percepción de seguridad, antítesis de la sensación de descalabro social reflejada en hechos delictivos aislados, aunque su exposición hace que cobren un carácter sistémico.
Con el patrullaje, los retenes, cateos y desarme las autoridades envían un mensaje de acompañamiento y restan impacto a esa sensación de orfandad que deja en uno la violencia callejera, que afortunadamente no alcanza aquí todavía la terrorífica cota de otros países de Latinoamérica.
Sin embargo, dos elementos me generan inquietud: el interés de que el patrullaje mixto sea permanente y que sigamos dando vuelta a la torta o girando en círculo tratando de mordernos el rabo.
Un despliegue policíaco-militar permanente tiene sus bemoles. Las fotos son un mensaje iconográfico de pánico, especialmente dirigido al exterior, que podría sugerir la existencia de situaciones preocupantes en términos de seguridad pública en República Dominicana.
Aunque el ejercicio tiene un alto valor preventivo, podría resultar nocivo para el turismo, uno de los mayores generadores de visas y, por supuesto, para futuras inversiones generadoras de empleos.
¿No es posible asumir la vigilancia de las calles de una forma más discreta e inteligente, sin exhibición de fuerza ni aparataje, pero con la efectividad y la prontitud requeridas para disuadir las acciones criminales? ¿No hay soluciones desde el punto de vista tecnológico para operaciones constantes de seguridad que mantengan en jaque a los criminales sin dar señales de que estamos en un estado de sitio? Seguro que sí. Probablemente el handicap sería la inversión requerida, pero diría que el costo es relativo y que la pregunta obligada es: ¿Cuál es el costo de la intranquilidad ciudadana, la pérdida de vidas productivas y la destrucción de riquezas por causa del crimen?
Los cambios, las grandes rupturas, las revoluciones no se producen haciendo lo mismo. Hay que reinventar los métodos de abordaje del fenómeno para lograr resultados consistentes.
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