SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Los resultados cuestionados de las pasadas elecciones evidencian que el proceso en sí constituye una vergüenza y una negación de la voluntad popular.
Irregularidades matizaron las votaciones y posteriormente los resultados.
Pocos dominicanos creen la transparencia que enarbola la Junta Central Electoral. Muchos candidatos oficialistas y de oposición han denunciado inconformidades con el papel desempeñado por las juntas municipales y la Junta Central Electoral.
El descrédito caracteriza el rol de algunos de los miembros de la Junta Central Electoral.
Nadie cree en los boletines emitidos hasta ahora por ese organismo, cuando se ha evidenciado mucha parcialidad de parte de Roberto Rosario, actual presidente de la JCE.
El tollo que han representa las elecciones del pasado domingo conducen al camino de la destitución de los integrantes electorales. Los partidos de oposición y organizaciones de la sociedad civil deben presionar para que Roberto Rosario, Rosario Graciano, César Féliz Féliz, Eddy Olivares y José Ángel Aquino abandonan sus responsabilidades en esa entidad y den paso a personas con mayor credibilidad pública, ya que en los últimos dos procesos se ha puesto en entredicho la imparcialidad de muchos de ellos y la pulcritud de sus actuaciones.
Si bien la población ha mostrado total civismo al acudir masivamente a las urnas, como lo presenta Roberto Rosario como un logro, el papel de la Junta en el escrutinio y la transparencia del proceso deja mucho que desear.
Nadie cree en los resultados ofrecidos por la JCE.
Existe la denuncia del despojo de diputados, senadurías y alcaldías en perjuicio de determinados candidatos que en principio estaban punteros en los resultados y posteriormente aparecieron derrotados.
Este proceso electoral tiene un sabor amargo para la institucionalidad del país y constituye un duro revés para la democracia.
Las elecciones del domingo constituyen “una verdadera vergüenza”.
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