Fidel Castro, el gran ausente en este histórico reencuentro de EU y Cuba
SANTO DOMINGO.- Se habla de mojito. Se especula, y es casi seguro, de que se le brindará al Presidente estadounidense. Se habla de béisbol. Mañana Raúl Castro y Barack Obama verán juntos un partido para así compartir una pasión que define a ambas naciones, y donde en el pasado se enfrentaron para definir grandezas y para mostrar signos de superioridad. Antiguamente una victoria de uno sobre el otro era motivo de regocijo nacional. Hoy la situación es distinta. La distensión ha llegado, y el momento actual es para cantar play ball. Al terreno de juego Barack Obama y Raúl Castro.
Se habla de que el primer presidente afroamericano depositará una ofrenda floral en la tumba de José Martí, ese mismo que estuvo en las entrañas del monstruo, y quien siempre tuvo una posición crítica hacia los Estados Unidos. Y hasta que Obama paseará cerca a la Plaza de la Revolución, esa que homenajea al Ché Guevara. Dos símbolos de la revolución, dos figuras primordiales del antes temido comunismo.
Se murmura con cierta gula periodística de que hace 88 años un presidente norteamericano no visitaba la isla. Durante esta visita histórica de Barack Obama a Cuba se hacen muchos repasos, históricos, humanos, políticos.
Casi siempre todos sorprenden, impactan, desde cualquier perspectiva que se le analice. Pero algo que llama la atención en todos estos protocolares que en ninguno aparece el nombre de Fidel Castro, el genio de la revolución cubana, el hombre que mantuvo desde el 1959 una posición extrema hacia a los Estados Unidos.
Obama no se reunirá con Fidel Castro. Obama no hará una visita de cortesía al nonagenario ex presidente cubano con quien Estados Unidos mantuvo una relación de tirantez que se prolongó por varias décadas.
Irónicamente, Fidel, quien ha contemplado la partida del poder y la muerte física de varios ex presidentes norteamericanos que trataron de derrocarle, también observa ahora como un presidente de esa poderosa nación encabeza el deshielo.
Fidel vive la ironía que tienen que contemplar los que viven longevamente. Lo impensable. Un presidente de los Estados Unidos, y negro, aterrizando en la Habana, acercándose a la isla, hablando con su hermano, trabajando para el deshielo de unas relaciones que durante la guerra fría tuvo momentos acres.
Posiblemente, Obama, quien según sus críticos, trata de pulir su legado con esta visita, en su fuero interno quisiera visitar al líder cubano, observar esos ojos ancianos que aun conservan brillantez e irreverencia, o estrechar esas manos que anteriormente empuñaron el fusil para hacer la revolución o se alzaron al viento para proclamar una consigna contra e imperio.
Pero, en el protocolo o en la diplomacia de la ahora reapertura con Cuba Fidel no está. En este momento de cambio Fidel representa lo viejo, por eso no aparece en la agenda. En esta histórica visita de Obama, el Caimán Barburo está relegado a un plano de invisibilidad que nadie hubiese previsto.
La historia es así de cruel, de irónica. Todo se ha dejado a un lado: Bahía de Cochinos, Guerra Fría, Playa Girón. Es la era de Internet, es la era dominada por un acercamiento entre dos naciones que
El presidente Barack Obama tenía dos años de nacido cuando Fidel Castro ya era presidente en Cuba. Ahora ya Fidel es un nonagenario cuyos pasos para moverse, son precarios.
Cuando se ha cantado play ball, Fidel no es ni un simple umpire. Se ha quedado observando desde las gradas, le ha cedido desde hace tiempo el protagonismo a su hermano, quien ha demostrado que es más pragmático de lo que pensaba.
Y es que en beisbol cuando no se puede dar un jonrón, se da un toque, y casi nadie sabe qué pasada. Obama ha apostado contra todos los pronósticos, y quién sabe si gana el juego.
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