Artículo: La fragilidad de la economía mundial/Autor: Leonel Fernández
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El criterio es que las bolsas de valores de China se encontraban desconectadas de la realidad económica del país, provocando que el valor de las acciones estuviesen infladas o sobrevaluadas, dando lugar a una burbuja especulativa.
Recientemente la bolsa de valores de Nueva York fue estremecida con una caída de 1,000 puntos en el índice industrial Dow Jones, antes de que pudiera reaccionar y terminar en baja con 586 puntos.
Aunque en los días sucesivos se produjo un cierto repunte, la volatilidad en el valor de las acciones de las empresas que cotizan en bolsa continúa, la ansiedad entre los inversionistas crece y la incertidumbre se apodera de los mercados.
Como resultado de ese desplome en el valor de las acciones empresariales, los mercados de valores de los Estados Unidos sufrieron pérdidas por más de dos trillones de dólares, equivalente al 10 por ciento de su totalidad.
Para que pueda apreciarse en toda su magnitud lo que significan esas pérdidas, cabe señalar que las mismas representan el valor de mercado combinado de las principales empresas del mundo, de la categoría de Apple, Google, Facebook, Exxon Mobil y Wal Mart.
Ese desplome de las bolsas estadounidenses vino como consecuencia, a su vez, del hundimiento de las bolsas de valores de Shanghai y de Shenzen, en China, en lo que se ha denominado como el “lunes negro” de los mercados bursátiles del gigante asiático.
Desde noviembre del 2014 hasta junio de este año, los mercados de valores en China habían tenido un alza del 100 por ciento. Resultaba tan atractivo el negocio, que 90 millones de chinos invierten en las bolsas de valores de su país, aunque no tengan ninguna preparación o formación académica acerca de cómo funcionan los mercados de valores.
Pero, de repente, la burbuja especulativa financiera explotó, el pánico se esparció por los mercados, y más de la mitad de las 2,800 empresas que cotizan en bolsa procedieron al retiro de sus capitales.
Para China, eso significó pérdidas por más de tres trillones de dólares, o el 30 por ciento de la totalidad de su valor de mercado, que alcanza la cifra de 10 trillones de dólares. Esas pérdidas representan más que la totalidad del valor del mercado bursátil de Francia y aproximadamente el 60 por ciento del mercado japonés.
El que en tan sólo tres semanas, las dos principales economías del mundo, Estados Unidos y China, hayan visto evaporarse más de cinco trillones de dólares de sus mercados de capitales, induce a preguntar: ¿Hacia dónde va la economía mundial? ¿Va hacia una recuperación o, por el contrario, hacia una nueva y más profunda recesión global?
LA DESACELERACIÓN CHINA
De acuerdo con el criterio de varios economistas, lo que originó el desmoronamiento de las bolsas de Shanghai y Shenzen, fue el reconocimiento de que para este año 2015, China tendrá su más bajo crecimiento económico desde el 2009, que estaría rondando el 7 por ciento de su producto interno bruto.
Lo que se ha determinado es que el valor de las acciones fueron colocadas muy por encima de la proyección del crecimiento económico y de los beneficios que obtendrían las empresas, que en la actualidad se encuentran en un nivel más bajo que hace una década.
El criterio es que las bolsas de valores de China se encontraban desconectadas de la realidad económica del país, provocando que el valor de las acciones estuviesen infladas o sobrevaluadas, dando lugar a que se formara una burbuja especulativa. Frente a la situación planteada, el gobierno chino intervino, comprando miles de millones de acciones a través de intermediarios, bajando la tasa de interés y devaluando el valor de su moneda, como una forma de rescatar la confianza en los mercados e inyectar liquidez a la economía.
Pero la caída de las bolsas de valores en China no sólo afectó a las de los Estados Unidos, sino que impactó, de igual manera, a las de Hong Kong, Indonesia, el Reino Unido, Francia, Alemania y España, poniendo de relieve el carácter interdependiente y de interconexión que actualmente tienen los mercados en un mundo globalizado.
A pesar de que durante más de tres décadas China ha tenido un crecimiento económico espectacular, hasta el punto de que se habla del “milagro chino”, en los últimos tiempos su economía ha estado en un proceso gradual de desaceleración, pasando de un 12 a un 7 por ciento de ciento de crecimiento.
Las autoridades del país asiático lo explican diciendo que lo que acontece es que en estos momentos China se encuentra en un cambio de paradigma. Que durante varias décadas el país se concentró en estimular un fuerte incremento de las inversiones, en desarrollar el mercado inmobiliario y en orientar su producción hacia las exportaciones.
En estos momentos, sin embargo, China procura crear un nuevo modelo de desarrollo en base a cuatro pilares: la innovación para el crecimiento; el incremento del consumo interno; la aplicación de un sistema energético menos contaminante; y el desarrollo de un proceso masivo y acelerado de urbanización, como forma de alcanzar mayor equidad social.
En todo caso, lo que en estos momentos ha suscitado la caída abrupta de las bolsas de Shanghai y Shenzen, ha sido la mayor incertidumbre que existe acerca del futuro de la economía china; la turbulencia y volatilidad en los mercados financieros; la devaluación monetaria en varios países y el fortalecimiento del dólar norteamericano.
DEBILIDAD ECONÓMICA
Durante varios años, las altas tasas de crecimiento en China se convirtieron en la locomotora que arrastraba el progreso de varias economías emergentes. Sin embargo, la desaceleración experimentada en los últimos tiempos se ha traducido en una disminución de la demanda, y por consiguiente, en una baja del crecimiento de esas economías.
Debido a la reducción de la demanda en China, ha habido una sensible baja en los precios de las materias primas o commidities. Es el caso, por ejemplo, del petróleo, que luego de haber alcanzado un tope de 147 dólares el barril en junio del 2008, se estabilizó en un promedio de algo más de 100 dólares el barril, para ahora haber descendido por debajo de los 50 dólares.
Eso ha afectado a los países exportadores de petróleo, que han visto sus economías desplomarse, el desempleo incrementarse y sus monedas tambalearse. Pero igual ha ocurrido con los precios del oro, la plata, el cobre, el hierro mineral, la soya y el maíz, para sólo citar algunos. Todos han bajado de manera significativa, provocando una merma en el desempeño económico de los países exportadores de esos productos.
Para este año, de acuerdo con informes de la Cepal, América Latina, luego de haber tenido una década de oro, en términos de progreso económico y bienestar social, sólo tendrá un crecimiento de 0.5 por ciento; y esto así, en razón de la dependencia de las principales economías de la región en la exportación de commodities hacia el mercado de China.
De hecho, Brasil ya ha entrado en recesión con un decrecimiento de 1.9 por ciento para este año. Pero, de igual manera, la merma se siente en países exportadores de materias primas como Chile, Colombia, Perú y Ecuador.
Hay incertidumbre acerca del futuro económico y político de la Zona Euro, especialmente por la aguda crisis de la deuda soberana en Grecia. En conjunto, Europa tendrá un crecimiento de 1.4 por ciento; y ese frágil crecimiento, a su vez, sólo será posible debido al cambio de orientación de política económica, que de una austeridad extrema, con recortes drásticos en el gasto público, ha pasado a una de expansión monetaria, con la colocación por parte del Banco Central Europeo de más de un trillón de euros en los mercados.
Japón, a pesar de la política de estímulo fiscal que ha venido aplicando, tendrá un crecimiento de tan sólo 0.6 por ciento. Rusia, en medio del conflicto con Ucrania, la caída de los precios del petróleo y el gas, así como por las sanciones aplicadas, tendrá un decrecimiento de -3.5 por ciento.
Sólo la región de Asia-Pacífico, con un crecimiento superior al 5 por ciento, África con un 4 por ciento y los Estados Unidos, que este año proyecta alcanzar una tasa de 2.9 por ciento del producto, parecen escapar al sentimiento de angustia, confusión e incertidumbre que prevalece a escala internacional.
Porque, en general, la percepción que se tiene, es que en medio de las turbulencias financieras en los principales mercados bursátiles del mundo, la baja de los precios del petróleo y demás materias primas, la apreciación del dólar norteamericano y las tensiones geopolíticas del Medio Oriente, la economía global, más que hacia una plena recuperación de la Recesión Global, parece estarse desplazando hacia una nueva etapa de enormes retos y grandes desafíos.
Por lo menos, así parece.
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