Una clara señal
DISTRITO NACIONAL, República Dominicana.-
Es evidente que los países denominados poderosos no tienen interés en ayudar a Haití.
Así ha quedado evidente ante la actitud de la Comunidad del Caribe, de Estados Unidos, Canadá y Francia ante el deterioro de las condiciones de vida, social e institucional que se vive en Haití.
El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha insistido en la integración de una fuerza de seguridad que ayude a los haitianos a mejorar una crisis acumulada por años, pero ha recibido poco apoyo.
La Comunidad del Caribe ha decidido no participar en esa fuerza y ha contactado al Gobierno de Haití para percatarse sobre las necesidades perentorias, ya que solo los haitianos pueden decidir sobre la urgencia y la ayuda que podrían recibir de la comunidad internacional.
Esta postura es contraria al llamado del Gobierno dominicano para que la comunidad internacional se involucre en el auxilio que necesita el pueblo haitiano, ya que la inestabilidad que se vive en la vecina nación constituye un peligro a la subsistencia de República Dominicana, que ha tenido que sobrellevar un éxodo ilegal hacia su territorio, además de cargar con el financiamiento de las parturientas que acudan a los hospitales públicos, con un costo estimado en más de 5 mil millones de pesos cada año.
Ha quedado develado el desinterés de la mayoría de los países ante lo que ocurre en Haití, por lo que es mayor la presunción de que se busca presionar al pueblo dominicano para que acepte cargar con la suerte de los haitianos, cuando existe un flujo cada vez mayor hacia el territorio, con la creencia de que se promueve una invasión pacífica.
El presidente Luis Abinader, sin embargo, ha asumido un rol que no le compete, de querer ser el vocero de las autoridades, mayormente presionado por el Estado fallido que prevalece en Haití, lo que obliga a sus ciudadanos a gestionar una mejor suerte en otros paíse, con mayor acogida en República Dominicana.
De manera muy vaga, el Gobierno de Haití ha pretendido una activa asistencia de la comunidad internacional, solamente enfocada en su clima de inseguridad que ha costado más de 2 mil fallecidos en los últimos años a manos de las denominadas pandillas armdas.
Pero en Haití no hay interlocutores válidos para canalizar una ayuda eficaz fuera de una intervención de una fuerza internacional, como lo plantea el secretario general de la ONU, ya que se culpan a los sectores de poder de tener vínculos con los grupos armados que solo han contribuido al desorden que denomina en esa nación.
Haití necesita por el fomento de instituciones democráticas consolidadas en un régimen de consecuencias y que fortalezcan al sistema de partidos, propiciando la celebración de elecciones que den al traste con nuevas autoridades, mayormente comprometidas con auspiciar un clima de estabilidad y desarrollo en los niveles económicos y sociales, con repercusiones en su clima democrático.
Una fuerza internacional de seguridad, como lo insiste Antonio Guterres, debe provenir de una visión de la intervención diferente a lo sucedido con la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah), que tuvo el control de ese país hasta 2004 y nada positivo puede exhibirse, salvo que violaciones a los derechos humanos y conocidas violaciones sexuales cometidas por los denominados “cascos azules”.
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